LA CARTA
Cuando llegó a su
casa y abrió el buzón no lo podía creer. Entre el catálogo de
ofertas del super, la información de sus extractos bancarios y el
flyer de la pizza familiar a solo 5'95€, encontró un sobre sin
remite, con sello de los que se pegan con saliva, y su nombre y
dirección escritos a boli bic cristal.
¿Cuánto tiempo hacía
que no recibía un correo no electrónico?
Seguramente será una
propaganda más, fruto del marketing publicitario de una gran empresa
para dar la impresión de cercanía al cliente. Como cuando el
teleoperador de turno te llama por tu nombre de pila, a la hora de la
siesta, y a ti te gustaría estar también cerca pero para decirle
unas cuantas cosas que aquí no voy a escribir.
Cogió el
catálogo, el flyer de la suculenta pizza y los extractos bancarios y
los dejó en el banco de la cocina.
Miró el sobre misterioso. Lo
giró entre sus dedos. Leyó su nombre y dirección tres veces, para
asegurarse que ese ser en vías de extinción llamado cartero no se
había equivocado. Lo sopesó. Lo olió. Y cuando lo fue a abrir
recordó que tenía prisa, que tenía una cita muy importante y ya
llegaba tarde. Así que con todo su pesar dejó el sobre encima de la
mesita de noche, se vistió, y salió corriendo de casa.
Tras dos
horas de espera, llegó a la conclusión de que su cita ya no iba a
acudir.
Dos horas de su espera.
Dos horas de la espera de la
carta misteriosa en la mesita de noche.
Dos horas que las palabras
escritas con un boli bic cristal esperaban a ser leídas. Palabras
que explicaban porqué ni esa noche ni ninguna más habría una cita.
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