¿Estás ahí?
No sé si me oyes. Seguramente mi voz se pierde entre la multitud que te habla, con tantos idiomas y dialectos que te harán imposible atendernos a todos. Te recuerdo que la Torre de Babel la creaste tú. No nos culpes también de no entendernos entre nosotros. Al menos de eso no tenemos la culpa.
Si me oyes mándame una señal. Si, ya lo sé, no soy muy original. ¿Pero qué quieres que haga? ¿Que crea que mis plegarias te llegan sin tener ninguna prueba fehaciente? ¿Dónde están las dos rayas azules para saber que me lees? Soy demasiado racional y mi lema es "si no lo veo no lo creo". No rayitas, no recibido.
¡Ah! La Fe. No, eso de la Fe no va conmigo. Las montañas no se mueven por la Fe, sino por los constantes movimientos de las placas tectónicas.
Seguramente te estarás preguntando por qué te escribo si no creo en ti. La respuesta es fácil: quiero creer en Ti. Quiero pensar que existes, que estás ahí. Pero tengo la sensación que Tú eres el primero en evitarnos. En no hacerte ver, ni oír. No quieres que te agobiemos ¿Verdad?
No te pido un milagro. Aunque sería un milagro si me concedieras uno solo de mis deseos. El más difícil. El que ninguna cuenta corriente puede conseguir. No hace falta que te diga cual es ¿no? Eres Dios. Tú lo sabes todo.
Lo que te pido es una respuesta. Una explicación. Tú me creaste. (No lo digo yo, lo dices Tú) Entonces Tú sabrás la respuesta a mi por qué. ¿Por qué Dios? ¿Por qué?
Cierro los ojos y no estás.
Los abro y tampoco.
Querido Dios, ¿Dónde estás?
La respuesta siempre está en uno mismo, y la vemos cuando creemos en nosotros... Magnifico relato niño!
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