INSIGNIFICANTE
Caminaba
cabizbajo bajo el grandioso pasaje de la plaza de San Pedro.
Entre
las robustas columnas podía ver la inmensa plaza.
Hacía
calor, pero allí en la sombra la temperatura era agradable.
Si no
hubiera habido gente se habría abrazado a una de las columnas y
habría puesto su cara pegada a la fría piedra.
Los
turistas lo rodeaban, pero él se sentía solo. Solo allí debajo del
pasaje, entre la columnata que sostenía una balaustrada con las
figuras de ciento cuarenta santos.
Se
sentía pequeño, insignificante.
Y se
preguntaba si existía alguien en el universo que supiera de su
existencia. ¿Podía haber un ser superior que se preocupara por lo
que le podía ocurrir a él, ese insignificante ser? ¿Se preocupa un
hombre por lo que le ocurre a una minúscula hormiga?
Y
abrazó a la columna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario