jueves, 14 de julio de 2016

LA CARTA



Cuando llegó a su casa y abrió el buzón no lo podía creer. Entre el catálogo de ofertas del super, la información de sus extractos bancarios y el flyer de la pizza familiar a solo 5'95€, encontró un sobre sin remite, con sello de los que se pegan con saliva, y su nombre y dirección escritos a boli bic cristal.
¿Cuánto tiempo hacía que no recibía un correo no electrónico?
Seguramente será una propaganda más, fruto del marketing publicitario de una gran empresa para dar la impresión de cercanía al cliente. Como cuando el teleoperador de turno te llama por tu nombre de pila, a la hora de la siesta, y a ti te gustaría estar también cerca pero para decirle unas cuantas cosas que aquí no voy a escribir.
Cogió el catálogo, el flyer de la suculenta pizza y los extractos bancarios y los dejó en el banco de la cocina.
Miró el sobre misterioso. Lo giró entre sus dedos. Leyó su nombre y dirección tres veces, para asegurarse que ese ser en vías de extinción llamado cartero no se había equivocado. Lo sopesó. Lo olió. Y cuando lo fue a abrir recordó que tenía prisa, que tenía una cita muy importante y ya llegaba tarde. Así que con todo su pesar dejó el sobre encima de la mesita de noche, se vistió, y salió corriendo de casa.
Tras dos horas de espera, llegó a la conclusión de que su cita ya no iba a acudir.
Dos horas de su espera.
Dos horas de la espera de la carta misteriosa en la mesita de noche.
Dos horas que las palabras escritas con un boli bic cristal esperaban a ser leídas. Palabras que explicaban porqué ni esa noche ni ninguna más habría una cita.



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