domingo, 23 de septiembre de 2018

¿Recuerdas aquel baile?


Se sentaban siempre en la misma mesa del bar. Junto a la ventana. El más joven tomaba un café solo con azúcar. Antonio, más mayor, un cortado con sacarina. Les gustaba ir a esa cafetería y hablar. Hablar de la vida. 

-Que bien lo pasamos ayer. ¿Verdad Luís? 

-Ya lo creo Antonio. Aunque yo estaba un poco “contentillo” y no recuerdo muy bien qué pasó. Me pasé con las copitas de moscatel ¿Por qué no me lo cuentas? Me ha contado un pajarito que triunfaste. 

-Eso espero, Luís. Pues mira, después de la cena nos fuimos al baile. Y estaba la chica esa que te dije. La rubia. No recuerdo ahora como se llama. 

-¿Carmen? 

-Sí. ¡Carmen! Es tan guapa. Estaba con su amiga. La bajita. Haría buena pareja contigo.

-Otro día igual me lanzo. 
-Yo lo hice ayer con Carmen. Me atreví y la saqué a bailar. Llevaba ese vestido que le sienta tan bien. 

-¿El morado? 

-Si, ese. Bailamos toda la noche. El pasodoble, el chachachá, hasta unas sevillanas. Si te digo la verdad, las sevillanas no son su fuerte. ¡Me pisó dos veces! Que risa... Si. Su risa es encantadora. 

-Ya vi como la mirabas y la cogías de la cintura. 

-Y ella se dejaba. Pero no pienses mal. Es una chica muy decente y buena. Creo que trabaja en la panadería de la plaza. 

-Sí. Allí es donde compras el pan. Será por eso que solo te gusta el pan de esa panadería. 

-Y luego la acompañé a su casa. 

-¿Y la besaste? 

-No, no. Es pronto todavía. Pero a no muy tardar lo haré. ¿A ti que te parece? 
-¿A mi? Creo que Carmen es perfecta para ti. Es la mujer de tu vida. No encontrarás ninguna igual. ¿Y sabes una cosa? 

-¿Qué? 

-Carmen es la mejor madre que he podido tener, papá. 

El café se acabó. Y Antonio, cerrando los ojos, volvió a bailar con Carmen en la verbena del pueblo. Miguel, su hijo, le cogió la mano. Le habría gustado conocer a Luís, el mejor amigo de su padre. Mañana, le contará otra aventura como si la hubiera vivido ayer.


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