domingo, 23 de septiembre de 2018

Recuerdos


Recuerdos
(Un "Recuerdo" robado a algún desconocido)

La mesa del bar tiembla cada vez que apoyo mis manos.
Estoy tentado de doblar el sobre del azúcar bajo la pata, pero cuando decido hacerlo me doy cuenta que tomo sacarina y el sobre es muy pequeño para hacer de cuña. 
En una de esas el café se desborda encharcando el plato.
Miro a la gente de soslayo tratando de disimular mi torpeza, y te veo.

Te recuerdo. Esos ojos no mienten, aunque entonces lo hicieron.
Y al verte me da un vuelco el corazón, como la mesa, y la memoria se me encharca, no de café, sino de recuerdos.
Entonces fueron dolorosos, ahora son solo tristes recuerdos.
Ya sabes lo que dicen, el tiempo lo cura todo. O tal vez somos nosotros que nos hacemos más fuertes.

Llegué a pensar que fue culpa mía. Que podía haberlo evitado.
Sabes, el tiempo también te deja reflexionar y descubrir quien es quien en este juego.
Pero no creas que te guardo rencor. Ninguno.
Te veo y veo que a ti te ha ido peor.
No me alegro. Aún arde un ascua en algún pliegue de mi cerebro. Pero solo ahí, en mis recuerdos, porque mi corazón está lleno.

Has cambiado, pero eres tu. Yo también he cambiado, pero no soy ese de ayer. 
Vivimos tantas cosas. Hicimos tantos castillos en el aire. Y tu, quitaste los cimientos. Y yo recibí los golpes de los escombros en mi cuerpo. 
Y me dejaste allí debajo, con apenas un minúsculo rayo de luz al que aferrarme, con secuelas que creí serían de por vida. Que equivocado estaba.

Aparté poco a poco las piedras que dejaste. 
Arranqué las flores marchitas que plantamos. 
Rasqué las paredes de mi vida, quitando tu antiguo gotelé, y las volví a pintar lisas, a mi gusto. 

Todo eso ya es pasado. Y tu recuerdo, tus recuerdos, solo han durado un segundo, el segundo de nuestros ojos al encontrarnos.
Y sí, has iluminado el local, como si fueras un faro, pero ya has pasado. Ya no me guías. 

Mi mesa ya no cojea, tengo alguien que me sostiene. Y aunque tu ascua aún eche humo en algún viejo armario del desván de mi cerebro, tengo una hoguera entera que me calienta alma y corazón. 

Con una mano remuevo el café, esperando que la sacarina se deshaga. Mi otra mano ya no te busca como antaño. Está más arrugada y envejecida, sujetando otra mano, compañera en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza.

Y aunque parezca que el café me revive, no es más que un mito.
Lo que me da la vida son otros ojos, los que sujetan mi mesa, los que me agarran con fuerza y me iluminan la vida entera. 

Te levantas. Pasas a mi lado. Tengo dudas. ¿Te saludo? 
-¿Que tal? Cuanto tiempo. Te veo muy bien. (Miento)
-Perdone, pero creo que se ha equivocado. (Mientes) 
-Disculpe. (me recuerda tanto a una mujer que conocí hace ya algunos años... Pienso. Como en la canción) 
Sales del bar y de mi vida. 
Y yo continuo la mía, guardando (tus) los recuerdos, que aunque malos, también son míos, junto a tu humeante ascua. Perdidos en el olvido.

Pd.: Toda historia tiene su(s) protagonista(s).
Algunos solo viven durante ese breve tiempo que tardas tú en leerla. 
Otros, aunque sujetos por un fino hilo a la memoria de alguien, viven para siempre. 

¿Recuerdas aquel baile?


Se sentaban siempre en la misma mesa del bar. Junto a la ventana. El más joven tomaba un café solo con azúcar. Antonio, más mayor, un cortado con sacarina. Les gustaba ir a esa cafetería y hablar. Hablar de la vida. 

-Que bien lo pasamos ayer. ¿Verdad Luís? 

-Ya lo creo Antonio. Aunque yo estaba un poco “contentillo” y no recuerdo muy bien qué pasó. Me pasé con las copitas de moscatel ¿Por qué no me lo cuentas? Me ha contado un pajarito que triunfaste. 

-Eso espero, Luís. Pues mira, después de la cena nos fuimos al baile. Y estaba la chica esa que te dije. La rubia. No recuerdo ahora como se llama. 

-¿Carmen? 

-Sí. ¡Carmen! Es tan guapa. Estaba con su amiga. La bajita. Haría buena pareja contigo.

-Otro día igual me lanzo. 
-Yo lo hice ayer con Carmen. Me atreví y la saqué a bailar. Llevaba ese vestido que le sienta tan bien. 

-¿El morado? 

-Si, ese. Bailamos toda la noche. El pasodoble, el chachachá, hasta unas sevillanas. Si te digo la verdad, las sevillanas no son su fuerte. ¡Me pisó dos veces! Que risa... Si. Su risa es encantadora. 

-Ya vi como la mirabas y la cogías de la cintura. 

-Y ella se dejaba. Pero no pienses mal. Es una chica muy decente y buena. Creo que trabaja en la panadería de la plaza. 

-Sí. Allí es donde compras el pan. Será por eso que solo te gusta el pan de esa panadería. 

-Y luego la acompañé a su casa. 

-¿Y la besaste? 

-No, no. Es pronto todavía. Pero a no muy tardar lo haré. ¿A ti que te parece? 
-¿A mi? Creo que Carmen es perfecta para ti. Es la mujer de tu vida. No encontrarás ninguna igual. ¿Y sabes una cosa? 

-¿Qué? 

-Carmen es la mejor madre que he podido tener, papá. 

El café se acabó. Y Antonio, cerrando los ojos, volvió a bailar con Carmen en la verbena del pueblo. Miguel, su hijo, le cogió la mano. Le habría gustado conocer a Luís, el mejor amigo de su padre. Mañana, le contará otra aventura como si la hubiera vivido ayer.


jueves, 30 de marzo de 2017

POESÍA





Hace unos días que fue el día de la poesía y no he escrito nada al respecto.
Será que lo único que tengo de poeta es que a veces me dejo abierta la bragueta.
O será que como no tengo la poesía como amiga en Facebook no me avisó que era su cumpleaños.


Hay quien adiestra las palabras con un lápiz y a modo de látigo las pone firmes, las hace pasar por aros de fuego, las pone a bailar y las transforma en canciones sin música.
Yo en cambio tengo que atraparlas, porque huyen de mi en un intento de salvación desesperada, y solo logro tejer una caótica tela de araña borracha. 

Soy como el Homer Simpson albañil de barbacoas pero metido a escritor.
Me siento una pequeña hormiguita mirando hacia arriba intentando averiguar como escalar unas gigantescas letras en donde en vez de "Hollywood" forman la palabra "ESCRITOR".
Y me siento pequeño, y sigo leyendo a otros, intentando aprender algo, pero lo único que consigo es hacer crecer mi desesperación, y mi envidia (sana). 

Y lo intento. Lo juro por imperativo legal. Pero no hay manera.
Quizás sea el choque entre mi maldito yo perfeccionista y mi yo polifacético que acabo haciendo poco y mal.
Quizás tendría que parar un poco mi tren. Apretar un poco el freno antes que salte el radar y me caiga una multa por exceso de errores repetitivos.

A veces paro unos segundos, solo unos, lo pienso y recuerdo esas novelas nunca escritas, no por falta de ideas si no por no saber plasmarlas en el papel, y en esos dibujos inacabados porque un día mi talento se fue a tomar por... vacaciones y no ha vuelto.

Aún así, con mis pocos aciertos y mis muchos errores seguiré intentándolo. Seguiré escribiendo"CosasQueHacerAntesDe..." y tal vez algún día las haga. Aunque sea regular. Solo por tachármelo de la cabeza.

Sí, hace unos días fue el día de la poesía pero el único poema que soy capaz de escribir es con mi cámara.


Ya lo dijo algún sabio, "una imagen vale más que mil palabras"



jueves, 2 de marzo de 2017

HOY NO QUIERO HABLAR DE MI.


Hoy no quiero hablar de mi, que ando perdido en este mundo del que no puedo salir. 
Con frágiles grilletes invisibles que cada vez me aprietan más y no consigo romper ni abrir.
Con muros de papel film transparentes imposibles de quebrar.
Con aire que me llena los pulmones y me ahoga, me paraliza y no me deja respirar.
Con el corazón que a veces me late desbocado sin ninguna explicación... aunque yo se que la hay.
Con mi pesimismo creciendo, comiéndose a bocados mi pobre optimismo.


Ni hablaré de él. 

Ese ser que nunca podré ser. 
Ése que me habla al oído todos los días. 
Ése que me tienta, que se esconde entre los pliegues de mi cerebro, y busca mis neuronas para manipularlas a su antojo. Ése que desde otra dimensión está unido a mi por un fino pero irrompible hilo de plata, del que cada vez tira más fuerte... y más fuerte.

Ni hablaré de ellos, los seres invisibles que me rodean. 
Los que no veo ni siento ni creo, pero que dicen que están ahí.

Hoy no quiero hablar de mi. 

Hoy, como cada día, daré la cara, la mejor cara que puedo dar. 
La que veo en el espejo. 
La que plasma mi cámara. 
La que quiere ver el mundo.
La otra... la otra quedará dentro, escondida donde siempre ha estado, donde debe estar.


No. No me lo pidáis por favor. 

Hoy no quiero hablar de mi.


martes, 20 de diciembre de 2016

Podía.




Podía desplegar sus blancas alas y volar lejos de allí.
Podía huir de tanta maldad, tanto dolor y tanto, tanto odio.
Podía mirar hacia otro lado e ignorar el sufrimiento del pequeño y vulnerable planeta Tierra.
Podía olvidarse de los humanos y reunirse con sus hermanos más allá de las nubes.
Podía pero no lo hacía.
Amaba demasiado a esos pobres seres (a veces tan inhumanos).


Tocar el cielo con las manos.





Casi, casi podía tocar el cielo.
Alargó la mano y rozó una punta.
El Fénix desplegó sus grandes alas.
Él le pidió que volara. Que lo llevase más allá de las nubes.
-¿Por qué quieres subir más? ¡Ya estás muy alto! -¡¡No!! Quiero tocarlo. Quiero que el cielo me envuelva.
-¿Y cómo sabes que no lo estás tocando? ¿Dónde empieza el cielo?
Tu déjate llevar. Cierra los ojos. Siente el viento... Y sueña.




Un día más.


Un día más y un día menos.
Un día más que me levanto y sigo igual que ayer, pensando en una nueva historia, un nuevo relato, una aventura no vivida y no siempre deseada.
Un día más y nada. Vacío. Ecos. Solo polvo suspendido en el aire.
Un nuevo amanecer como el de ayer, tal vez más frío...frío como lo está mi cerebro.
Será el trabajo intenso de estos días?
Será que las musas se tomaron unas (merecidas) vacaciones?
Será la falta de sueño?
Será que mi poco talento lo he agotado con el trabajo de mis manos?
Seré yo, que he consumido todos mis recursos creativos inventando (o como se dice ahora: reinventando) nuevas viandas?
Será que quiero contar tanto que no cuento nada?
Será que este es el fin?
...
Y mientras tanto Tiziano me susurra al oído "Arriverà la fine, ma non sarà la fine..."