jueves, 26 de mayo de 2016

EL CONTRABAJO






          Abrazar su cuerpo como si fuera un contrabajo. Poner cada dedo en una de sus cuerdas. Tu cara pegada a la suya como si fuera la voluta del clavijero. Ir girando suavemente las clavijas de afinación con una mano mientras los dedos de la otra tocan ligeramente las delgadas cuerdas que recorren su cuerpo pasando por el puente de su hombligo hasta el cordal.
Suave, siempre muy suave ir tocando las notas musicales, hasta que esté bien afinado.
Y luego comenzar una melodía que empieza lenta y que poco a poco coge cuerpo. Cada vez más rápida, cada vez más notas por segundo, cada vez los dedos moviéndose más rápidos por el mástil desde el diapasón a la caja de resonancia.
Y tu cuerpo y el suyo se convierten en uno, como el contrabajista y el contrabajo que se fusionan en un solo instrumento musical.
Con los ojos cerrados vas siguiendo en orden metódico las notas de una partitura imaginaria. Una partitura sin límites ni restricciones. Donde cualquier improvisación o nota nueva e inesperada hará que el contrabajo emita un nuevo y excitante sonido. Hasta que llegas al éxtasis con el inconfundible sonido de los aplausos del público en pié.



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