viernes, 27 de mayo de 2016

INSIGNIFICANTE



Caminaba cabizbajo bajo el grandioso pasaje de la plaza de San Pedro.
Entre las robustas columnas podía ver la inmensa plaza.
Hacía calor, pero allí en la sombra la temperatura era agradable.
Si no hubiera habido gente se habría abrazado a una de las columnas y habría puesto su cara pegada a la fría piedra.
Los turistas lo rodeaban, pero él se sentía solo. Solo allí debajo del pasaje, entre la columnata que sostenía una balaustrada con las figuras de ciento cuarenta santos.
Se sentía pequeño, insignificante.
Y se preguntaba si existía alguien en el universo que supiera de su existencia. ¿Podía haber un ser superior que se preocupara por lo que le podía ocurrir a él, ese insignificante ser? ¿Se preocupa un hombre por lo que le ocurre a una minúscula hormiga?

Y abrazó a la columna.


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