Cada
día tenía que hacerlo.
Era
su obligación. Su responsabilidad.
Y
cada día lo hacía.
Pasaba
del mundo oscuro y lluvioso al mundo de la luz y el sol.
Era
como atravesar la frontera entre la fría noche y el apacible día.
Y
lo hacía.
Pero
cada vez que pasaba en vez de disfrutar el momento y
las horas en el mundo de la luz, se entristecía pensando que
pronto debería hacer el trayecto de vuelta hacia la oscuridad.
las horas en el mundo de la luz, se entristecía pensando que
pronto debería hacer el trayecto de vuelta hacia la oscuridad.
Y
eso no le gustaba. Pero debía hacerlo. Porque allí, en la fría
noche, estaban los suyos, presos, rehenes en las tinieblas. Y
sabía que si un día no regresaba se le cerrarían las puertas
para siempre. Y quedaría atrapado en la luz, el sol, la
alegría... pero solo.
noche, estaban los suyos, presos, rehenes en las tinieblas. Y
sabía que si un día no regresaba se le cerrarían las puertas
para siempre. Y quedaría atrapado en la luz, el sol, la
alegría... pero solo.
Así
que al acabar su jornada volvía a la fría noche, lluviosa y
oscura, contento de volver con los suyos. Sabiendo que
mañana tendría de nuevo un día radiante.
oscura, contento de volver con los suyos. Sabiendo que
mañana tendría de nuevo un día radiante.
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