sábado, 4 de junio de 2016

SIN CONSCIENCIA



Cuando tomé consciencia estaba en la calle. No recordaba nada. No sabía quién era y no sabía donde estaba.
La calle estaba desierta. Parecía como si hubiera retrocedido en el tiempo.
Había un hotel. Al menos estaba en la civilización, pensé. Estaba cerrado. Llamé pero nadie contestó.
De pronto me di cuenta de una cosa, no se oía nada, ni voces que venían de las casas, ni ruido de coches, y lo más sorprendente, no se oía el canto de los pájaros ni el viento. No se oía la vida.
Algo me provocó un escalofrío. No se si fue la fría brisa que se levantó, la sensación de vacío que sentí o la macabra pregunta que formuló mi mente. ¿Estoy muerto?
Y el arrepentimiento devoró mi alma cuando recordé el último deseo de mi vida. Deseé estar muerto. Y maldije a Dios por concederme mi última voluntad.

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